La hipoacusia o pérdida auditiva, en términos simples podríamos definirla como la incapacidad total o parcial para escuchar sonidos en uno o ambos oídos. Necesitando por lo tanto que el sonido tenga más volumen para poder escucharlo.
La Organización Mundial de la Salud, OMS, estima que de aquí al 2050 más de 900 millones de personas en el mundo, padecerá pérdida de audición. Actualmente, sobre el 5% de la población (466 millones de personas) padece pérdida de audición discapacitante (432 millones de adultos y 34 millones de niños). La prevalencia de hipoacusia en Chile según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2009-2010 es de 32,7%.
En Chile, esta patología aumenta en adultos mayores (65 años o más), a 52,4% según la ENS del 2009-2010, siendo mayor la proporción de hombres (58,5%) en comparación a las mujeres del mismo grupo etario (48%).
Según una investigación realizada por la Universidad de la Columbia Británica, UCB Okanagan, en Canadá, hay una relación directa entre la pérdida auditiva y el riesgo de aislamiento social en personas de entre 60 y 69 años.
Los resultados obtenidos son poco auspiciosos, pues indican que por cada 10 decibelios (dB) de pérdida auditiva, el riesgo de aislamiento social aumenta en un 52%.
La falta de percepción de estímulos auditivos de baja intensidad, además en muchos casos, del tardío o nulo diagnóstico de las hipoacusias, determinan una vinculación con el deterioro cognitivo de las personas que la padecen que equivale a casi cuatro años más de edad cronológica.
Es muy importante considerar que la tendencia al aislamiento social que implica la pérdida de audición no sólo afecta al que la padece de forma directa.
Una investigación realizada por el Centro de Investigación Biomédica de la Universidad de Nottingham alerta también de que influye en las relaciones sociales de parejas y familiares. Entre los problemas que se relatan, están algunos tan cotidianos como escuchar la televisión a un volumen tan alto que molesta y avergüenza a todo su entorno.
La falta de discriminación o entendimiento de las conversaciones hace que la convivencia cotidiana se vea entorpecida, especialmente por la necesidad de que los mensajes sean repetidos más de una vez y a un volumen mayor, lo cual provoca a la larga un agotamiento y desagrado tanto para la persona que sufre la dificultad auditiva como para las personas con las cuales se relaciona.
Esta situación al repetirse de manera constante, determina que las personas con hipoacusia, eviten situaciones auditivamente complejas, por ejemplo, conversaciones entre muchas personas o en un ambiente ruidoso. Finalmente, este aislamiento social, familiar y en muchos casos laboral redunda en una baja autoestima, frustración y dificultades en el relacionamiento. La solución más fácil es alejarse poco a poco de todo lo que implique escuchar de manera adecuada.
La solución no es tan compleja, pero requiere de una implementación de audífonos profesional y experta, que permita asegurar que los resultados sean los esperados.
Esto claramente requiere de una evaluación profesional de cada caso, pues la correcta elección de un audífono, así como su calibración, determina la calidad de sonido y su desempeño para cada ambiente, sea la exacta para permitir que vuelva a disfrutar de las cosas y personas que más se aman.